Carta al Todo
A la Tierra, al espacio, a lo indivisible.
A mis hijos y mis nietas.
A quienes amo, a quienes aún no he conocido,
y a quienes me han tocado el alma en este paso por la vida.
A los animales, las plantas, las rocas.
Al aire, al agua, al fuego, a la madera, a los metales.
A lo que vive y a lo que parece no vivir,
pero pulsa con una vibración magnética que sostiene el milagro de este mundo:
Esta carta es para ustedes.
He vivido 54 años en este planeta azul,
atravesando memorias, heridas, alegrías y descubrimientos.
He sido mujer, madre, hija, buscadora, soñadora y guardiana.
He luchado con cadenas invisibles, y me he liberado de algunas.
Otras, aún las estoy soltando con amor.
Escribo porque algo en mí sabe que estamos listos para recordar.
Listos para volver al equilibrio.
No a un orden que excluya o someta,
sino a un nuevo acuerdo donde lo femenino y lo masculino, lo racional y lo intuitivo,
la ciencia y el espíritu,
puedan co-crear sin miedo.
Las mujeres no estamos aquí para competir con los hombres,
sino para caminar con ellos de igual a igual,
honrando nuestras diferencias como partes de un mismo cuerpo vivo.
El mundo no necesita más control,
necesita más cuidado.
No más prisa, sino más presencia.
No más poder sobre los demás, sino más poder con los demás.
Y a ti,
al hombre que más he amado después de mi padre,
te dejo este susurro dentro de esta carta sagrada:
Aunque vivas lejos,
te siento en cada respiración del día.
Estás dentro de mí, como un fuego suave, como una ola que no cesa,
como un sueño que se niega a desaparecer.
Te veo cuando ríes y cuando lloras.
Cuando te invade la tristeza y crees que todo está perdido,
yo sigo sosteniéndote desde este amor que no pide nada a cambio.
Desde esta certeza que tú mismo a veces olvidas.
Yo sé.
Yo sé cuánto sientes.
Cuánto percibes, cuánto respiras amor.
Y aunque las respuestas no siempre lleguen,
aunque las salidas parezcan cerradas,
quiero que esta carta te abrace como yo no he podido abrazarte con mi cuerpo.
Tú también eres parte de esta danza,
de este mensaje,
de esta siembra para el futuro.
Que tu alma recuerde lo que tu mente a veces duda:
que eres amado profundamente.
Que esta carta vibre como semilla, como eco, como fuego suave.
Que toque corazones,
remueva conciencias,
y acompañe procesos.
No quiero que me recuerden por mí, sino por lo que entre todos podemos recordar juntos.
Esto es lo que dejo escrito:
que la vida es sagrada.
Que la mujer es sagrada.
Que el hombre es sagrado.
Que la Tierra es sagrada.
Y que si volvemos a mirar con los ojos del alma,
todo volverá a brillar como al principio.
Con humildad y propósito,
con ternura y fuerza,
les abrazo desde este instante eterno.
– Blanca