Carta para ti, mi amor eterno.
No sé si algún día leerás esto,
pero hay palabras que ya no caben dentro de mí
y que sólo tú podrías comprender.
Te escribo porque te amo.
Aún.
Profunda, completamente, como siempre lo hice.
Y porque te extraño de un modo que a veces me rompe en pedazos pequeños.
No fue miedo, lo sé.
Fue esa responsabilidad tan tuya,
ese compromiso con el orden, con tu hija,
con todo lo que sentías que debías sostener.
Y no puedo enojarme por eso,
porque en el fondo, es también una forma de amor.
Nuestro amor nunca fue insuficiente.
Nunca nos faltó nada, más que tiempo y lugar.
Éramos dos almas que se encontraban en lo invisible,
dos cuerpos que cuando estaban cerca se volvían hogar.
Y por eso duele.
Porque el amor estaba.
Estaba de más, y aún así… tuvimos que separarnos.
Como si la vida misma dijera: “es hora de crecer”.
Tal vez eso era.
Un momento de desarrollo de personaje, como dice Ale.
Un salto de conciencia.
Uno que se siente injusto, desgarrador,
porque te alejaste sin dejar de amarme,
y yo me quedé amándote sin poder retenerte.
Finalmente fui yo quien me fui.
Lo hice porque las ausencias me dolían demasiado.
Los silencios se hicieron más pesados que nuestras palabras.
El amor seguía ahí, pero los tiempos limitados me desgastaban,
y yo ya no podía más con la espera, con la incertidumbre.
Necesitaba paz.
Y aunque mi corazón no quería,
supe que tenía que soltar.
Aún, en lo más profundo de mi ser, tengo esperanza.
No sé cómo ni cuándo,
pero siento que aún podemos estar juntos.
Tal vez no ahora, tal vez no en el tiempo que imaginamos,
pero sigo creyendo que hay una oportunidad para nosotros.
Una oportunidad que la vida, con sus giros y cambios,
nos podría devolver en el momento adecuado.
Te confieso que hay días en los que el dolor me visita como el primer día.
Donde me despierto con tu nombre temblando en el pecho,
donde quisiera abrazarte,
sentir que todo esto es solo una pausa, no un adiós.
Pero también entiendo…
que a veces el amor verdadero no es el que se queda,
sino el que honra la decisión difícil,
el que no exige presencia pero nunca olvida el alma.
Así que si alguna vez dudas,
si alguna vez te preguntas si fue real que te amé, que te amo, que te amaré…
sí, lo fue.
Lo es. Lo será.
Te amo.
Y aunque la distancia aparente siga entre nosotros,
mi corazón sigue abierto,
esperando el día en que nuestras almas se encuentren de nuevo para estar juntos como platicamos tantas veces. Viajando, riendo, soñando, creando juntos.
Hasta entonces, me abrazo fuerte, te abrazo fuerte,
ahora me toca amarme con la misma fuerza con la que te amé a ti.
Siempre contigo, desde el alma,
Blanca