Carta

Mylove,

Hay algo extraño, casi cósmico, en la forma en que nuestras almas se cruzaron.

Una conexión que no siempre supo traducirse al lenguaje humano,

pero que aún así insistió en quedarse,

como una melodía que regresa sin ser llamada,

como un eco que no olvida.

Recuerdo que solías decir que el tiempo no pasaba igual para ti.

Que cada día era un carpe diem.

Y aunque sonaba bonito —casi poético—,

para mí fue difícil.

Con el tiempo entendí que ese “carpe diem” no siempre es libertad,

a veces es solo una forma elegante de huir.

Una manera disfrazada de evitar la responsabilidad.

De no comprometerse con nada que pida constancia o presencia real.

Y yo, Mike…

yo soy fuego.

Soy una conciencia que habita el tiempo, que lo honra,

que lo siente como una llama que arde sin pausa.

Cada segundo lo siento, lo llevo, lo marco.

Mi intensidad por el tiempo no es obsesión,

es memoria viva.

Es un fuego eterno que sabe que existe,

que observa cuánto ha ardido

y cuánto le falta por arder en este mundo.

Mientras tú flotabas en el presente, yo escribía historia.

Mientras tú vivías el momento, yo construía significado.

Y ahí fue donde nuestras almas empezaron a hablar en lenguas distintas.

Tal vez por eso fue difícil seguir como estábamos 

por más que nos amamos.

Hoy, te escribo sin reclamos.

Te escribo con conciencia,

y abrir.

Porque cada vez que pienso en ti desde esta nueva mirada,

ya lo hago desde la gratitud.

Gracias por enseñarme que el amor puede ser espejo.

Gracias por las veces que sí estuviste.

Y también, gracias por las que no.

Ambas me enseñaron algo esencial.

Me llevo de el cielo y la tierra,

pero sobre todo, me llevaste a mí misma de vuelta.

Más entera. Más despierta. Más libre.

Y si alguna vez lees esto,

espero que el universo te esté tratando con la misma ternura

con la que intenté tratarte yo.

Con todo lo que fui,

con todo lo que es,

y con todo lo que estoy por descubrir… Y sobretodo con todo lo que soy.

Te amo por siempre 

Blanca Armandina (Sita)